Lo de tirar del carro, para quienes se lo han robado, es francamente difícil. Y eso es lo que pasa en realidad para muchas personas en este momento: No hay carro del que tirar, ya qué no les han renovado el contrato, tiene el ERE cual espada de Damocles sobre su cabeza o sencillamente les han dicho: “Ya no te necesitamos. Gracias por haber hecho este trabajo mientras los demás no lo querían pero ahora…mejor vuélvete a tu pais o a tu casa”.
Muchas, están pendientes de que el carro-vivienda se lo quede el banco o alguien, aunque sea a precios irrisorios comparados con lo que pagaron por él, sobre todo con los intereses que ya les ha quitado el banco; Pensando que a partir de ahora con mucha suerte tendrán que ir al carro alquilado y compartido, sino quieren tener el raso como único toldo.
Y hay quienes no han tenido ni posibilidad de subir jamás a ningún carro ya que su vida ha sido siempre a pie con escasos recursos.
Tampoco estaría mal recordar que hay quienes no han ido nunca en carro, por lo menos en el de trabajo o, ya que solo conocen los carruajes pomposos, de seda y filigranas de oro, tirados por cocheros en los que el único esfuerzo que les toca hacer es mover un poco las piernas para bajar y subir, e insisto, un poco ya qué normalmente les ponen escalerilla.
En estos tiempo con mas razón si cabe, quien está acostumbrado a ir en carruaje debería venderlo y buscarse un carrito más acorde con el resto de la ciudadanía, en lugar de pedir y/o aceptar que le aumenten un poco más los bordados de oro. Esto, si tendría coherencia para quien se supone que representa a todos y todas aunque sea por imposición no refrendada.
En mi caso, hace tiempo que deje de creer en reyes y príncipes azules, especialmente en aquellos que pretenden seguir entre otras cosas, tratándonos como princesitas protegidas, exentas de derechos. Así qué, de ese carruaje, no voy a tirar a no ser que sea para que desaparezca.
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