Una niña de 14 años ha sido brutalmente asesinada por dos chicos. Confiada, en ropa de casa, incapaz de imaginarse lo que le iba a suceder. Al igual que la mayoría de las 64 de mujeres muertas en lo que va de año.
Nunca pensaron que a ellas les pudiera pasar tal atrocidad, incluso a pesar de haber vivido malos tratos, amenazas de muerte celos patológicos... Y es qué, ¡es tan difícil llegar a creer que alguien que es tu amigo, compañero, esposo o padre de tus hijos e hijas pueda acabar con tu vida, en nombre del amor! Aunque claro, siempre se nos ha dicho que quien bien te quiere te hará llorar y que si no te demuestra celos, es que no te desea de verdad.
Lo que no nos habían contado es que además te puede pegar, humillar, despreciar, violar, matar y ensayarse con tu cuerpo hasta destrozarlo. Y a esto se le llama violencia de género. Violencia no entiende de edades, clases sociales, color de piel ni lugar del planeta.
Cambiar esta realidad es algo imprescindible para un mundo justo e igualitario. Son necesarias leyes, recursos, protección real y eficaz, prevención, repulsa ciudadana, lunes lilas...Pero hoy, aquí y ahora, lo urgente es que los hombres dejen de mirar para otro lado, porque la omisión, también avala esa absurda idea de la masculinidad basada en la superioridad, poder y ejercicio de la fuerza.
Es necesario más que nunca que digan BASTA, y repitan una y otra vez que ser hombre no tiene nada que ver con ser un cafre. Se lo digan a si mismos y al resto, incluidos los adolescentes, por qué los hombres de verdad, también lloran ante estas atrocidades.
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