Estos días en que ya se acaba la campaña electoral para esto de Europa, ante la avalancha de presiones oficiales para que especialmente las mujeres miremos a esta constitución con ojos cariñosos, tengo que reconocer que he hecho verdaderos esfuerzos por encontrar razones claras que me permitieran darle un si a esta Constitución Europea y no ha habido manera.
He recurrido al baúl de los recuerdos de la memoria, cuando me encontraba en mi pueblo y hacíamos, especialmente los chicos, excursiones a la parte francesa-catalana, para sentir la libertad, ver películas prohibidas en nuestras tierras, comprar libros..
Los recuerdos se van a mis primeras escapadas a Londres en búsqueda de gentes, ropas y ambientes diferentes. Y especialmente, me han estado apareciendo las imágenes de la primera vez que fui a Berlín,, en el 84, a conocer la experiencia de los verdes alemanes, con Petra Kelly al frente, con el objetivo de apoyar con nuestra presencia los procesos por la paz en el mundo.
Aquello me impacto: pelos de colores por todos los rincones. Mujeres lideres hablando y co-dirigiendo, hombres tejiendo punto e intercambiando consejos para el cuidado del bebe...en fin algo impensable todavía por nuestras latitudes no solo en el año 84. Y eso era para mi Europa: Un sueño de libertad. Luego comprobé que no, Ellos y Ellas mismos, las amistades de estos países me mostraros la otra Europa, esa que no sabe nada de solidaridad, progresismos, ni igualdad y sí mucho de pobreza, marginación, discriminación..
Una Europa que en estos últimos años ha ido consolidando cada vez más el dominio del capital en detrimento de la sociedad civil y los derechos.. En esa búsqueda de razones a favor del sí, he mirado los tratados y normativas sobre la igualdad, la garantía de derechos para las mujeres, el mainstreming, el empoderamiento..en fin todas las recomendaciones y programas europeos en los que se explicita la igualdad y se exige su aplicación.
Esta parte si que me gusta, pero la pena es que esta Constitución europea no los garantiza ni siquiera llega a lo recogido en esta materia en el tratado de Ansterdan. Y es que una vez más las mujeres no podemos ser indiferentes a lo que se cuece en las Instituciones en este caso europeas, por cierto bien masculinas en cuanto a sus candidatos principales y al tono de la mayoría de sus debates a excepción del anuncio en el que una niña se esfuerza en convencernos sobre las garantías de la igualdad entre hombres y mujeres.
No me parece que la paridad se haya aplicado, cuando debería ser algo de obligado cumplimiento en cualquier sistema democrático.
Pero la cosa no se queda aquí solo. Es bueno no olvidar lo que dice y pretende la famosa Constitución Europea, la cual desde sus orígenes deja mucho que desear, no-solo para las mujeres pero desde luego sí también para nosotras.
De entrada, se pretende que la vivamos como algo producto de la voluntad de la ciudadanía, vaya que hemos salido a las calles solicitando a nuestros gobernantes encarecidamente esta constitución, cosa que no ha sucedido en ningún lugar. Así pues, se ha hecho sin proceso constituyente y sin consulta popular, siendo en realidad no una constitución, en la que debería aparecer la participación ciudadana, sino un simple tratado Internacional para asegurar la economía liberal y de paso en nuestras latitudes ayudar a lavar la para el PSOE en su imagen de demócratas y modernos.
Una constitución que no tiene ningún rubor en hablar como único modelo económico el neoliberal, que significa simple y llanamente una economía de mercado abierta y de libre competencia. Y eso, para las mujeres significa: Precarización, despidos fáciles, trabajo a tiempo parcial, paro, salarios más bajos... Pudiendo decir que en Europa, la pobreza y la exclusión social tienen rostro de mujer.
Otra consecuencia es la desaparición del estado de bienestar, abriéndose la puerta a la privatización de los servicios públicos que pasan llamarse “servicios económicos de interés general”. Esto en la práctica significa que van a desaparecer una serie de servicios y cuidados que tras años de insistencia, constancia y pelea feminista, se habían conseguido como responsabilidad del estado ( Guarderías, cuidado de enfermos, personas ancianas..), pasando este trabajo de nuevo a manos de las mujeres de forma gratuita y como una carga añadida a nuestras vidas.
Esa privatización o reducción, significa también la desaparición de puestos de trabajo en los que fundamentalmente en los últimos años se han incorporado las mujeres: sanidad, enseñanza, servicios sociales, culturales..Por lo tanto, más paro y lo que es lo mismo, más pobreza para las mujeres.
Esta constitución impone un modelo familiar tradicional, no reconociendo la variedad familiar de las sociedades actuales, reconociendo solo el derecho al “matrimonio” pero no el derecho al “ divorcio” y hace alusión a la “Europa de la Fortaleza”, prohibiendo la libre circulación de las personas, penalizando, persiguiendo y excluyendo a las gentes inmigrantes, especialmente a las mujeres que son el sector más vulnerable y cada vez más forzado al proyecto migratorio.
Esa constitución no dice nada sobre dos trabajos que ejercen especialmente las mujeres inmigrantes, aunque no solamente ellas: Empleadas de hogar y Prostitución, dejando de nuevo sin derechos y en total desamparo a estos colectivos.
En ningún momento se afirma la igualdad como un valor cultural europeo, ni siquiera como finalidad. Es un mero objetivo, sin referencias a la paridad en la representación política e institucional, ni se mencionan ningún tipo de medidas para conseguir una representación equilibrada en las instituciones europeas.
No afirma la laicidad, acentuando con ello el peso del patriarcado y reforzando las ideas que cuestionan desde diferentes religiones, las conquistas de las mujeres. No pone mecanismos para garantizar la no-discriminación y tampoco habla explícitamente ni garantiza mediante base jurídica la lucha contra todas las formas de violencia que sufren las mujeres. Y eso en un mundo, el europeo, donde muere una mujer cada tres días a manos de su compañero sentimental.
El derecho al aborto, a la contracepción, a la libertad de opción sexual, no queda reflejado dejándolo de nuevo en manos de las legislaciones nacionales.. No se nombra a las mujeres. Todo el lenguaje es masculino siendo por lo tanto llevadas de nuevo a la invisibilidad, ya que lo que no se nombra se ignora y se priva de derechos.
No hace un rechazo explicito de la guerra, mas bien todo lo contrario supone una mayor implicación de los estados de la unión europea en la política militarista, con grave riesgo de aumento de conflictos armados donde las primeras victimas son las mujeres y los niños/as, apostando claramente por el aumento de gastos militares, con lo que ello lleva parejo de disminución de gastos sociales recayendo normalmente sobre los hombros de las mujeres, obligándolas a realizar de forma gratuita todos los trabajos de cuidados y atención a las personas.
Si a esto, le añadimos que no reconoce el derecho a la autodeterminación de los pueblos y la pluralidad cultural y lingüística, nos deja con una Europa bastante chunga, que yo no la quiero ni para mí ni para mis semejantes.
Con este panorama por delante es importante rescatar la capacidad de decisión de la ciudadanía, una nueva ciudadanía en la que se contemple tanto a hombres como a mujeres y el trabajo reproductivo y reproductivo a compartir por ambos sexos, un reparto justo de toda la riqueza para todas las personas. Una ciudadanía que contemple todas las formas posibles de ser mujer y hombre en nuestras sociedades, donde no se criminaliza la disidencia sino que se vive como algo enriquecedor para el ser humano. Una Europa de la solidaridad y de la equidad de género, apostando por una vida conjunta, sin fronteras, integradora.
Si me hubieran hablado de esta Europa me hubiera apuntado. Lo que ofrecen con está constitución y como lo han hecho queda muy lejos de esos sueños colectivos hacia la modernidad que quienes vamos a votar que NO, a esta Constitución, venimos empujando y reclamando.