5/3/05

Cada día un poco más pobre

G, no ha nacido en un lugar donde abundara el buen rollito. Un padre que bebía, pegaba, abusaba…Una madre, que le tenía miedo y a la vez lo quería. Incapaz de plantarle cara.
Aguantando una y otra, intentando sacar a sus hijos adelante prácticamente sin dinero ni posibilidades de ofrecerles un futuro digno.
Ella creció, convencida de que la vida era así y el amor también. Solo en las largas noches en las que estaba despierta, controlando que su padre no se equivocara de cuarto y de cama, soñaba con ese príncipe azul que la salvaría de ese mundo y la llevaría en sus brazos a otro lugar. Y llego.
Eso fue el día en que G cumplía 17 años. Allí estaba él. Apuesto, con unos rizos que lo hacían atractivo, descarado con la gente y dulce con ella.. Le prometió el oro y le moro susurrándoselo en el oído (Hoy se diría que le comía la oreja). Y G, se dejo seducir. Se junto con él, se quedo embarazada rápido y con la misma rapidez descubrió que esa combinación de descaro y melosidad eran producto de una fuerte drogodependencia, a la que ella al principio no le dio más importancia hasta que el descaro empezó a significar gritos para ella, palizas de vez en cuando, exigencias de que ella le proporcionara la droga o le acompañara o justificara en sus andanzas para encontrarla.
Y un nuevo embarazo. Y más gritos y más promesas de cambio. Más nervios alterados, palizas descomunales, la cárcel, visitas al talego….
Ella ya tenía 25 años y dos hijos de siete y cinco. En esa época seguía viviendo en la pobreza, al igual que le había tocado desde pequeña. Sin tener nunca un duro de más para unas vacaciones. Sin vivienda propia, pasando de asistenta en asistenta.
Solo tenía claro en ese momento que no puede continuar su relación con él. Había salido de la cárcel y propinado una buena paliza, según ella por el hecho de que no tenía nada que meterse y perdía los nervios. Primero, antes de la paliza le prometió de nuevo el oro y el moro: Limpiarse, trabajar, buscar una vivienda para comprar..
En este tiempo, ella apenas podía aportar dinero para mantener a sus hijos. A su familia no podía pedirle ayuda, ya que no estaban para darles nada. Sus hijos eran pequeños, No tenía con quien dejarlos. Pudo trabajar unas horicas en casa de una conocida. Y seguía en la pobreza.
En esa época, separada de hecho, en una de sus visitas a los servicios sociales y por medio de una prima, le hablaron del decreto de vivienda de integración social y hacia allí puso su mirada, agarrándose a esa posibilidad como clavo ardiente. La casa barata. Las ayudas importantes. El préstamo aceptable posible de pagar, aunque ganara poco dinero o tuviera una renta básica.
Ella no paraba de decir: Yo, ahora trabajaré ya que mis hijos van creciendo. Y le ofrecieron el trabajo: En el empleo social protegido. Que contenta!. El sueldo, 650€. El horario, de 7,30h á 14,45h. Ella sola, con dos hijos de 7y 5 años ¿Que hacer? Reducción del tiempo de trabajo y por ende reducción del salario. Podía entrar a las 9,15h, pero ganaba 445€ y además había que dejar a los hijos en el comedor escolar ya que el horario no podía reducirse más. Y claro al estar trabajando no tenia ayudas para el comedor, ni para libros, transporte…. Así que G, seguía siendo pobre.
Por mucho que hiciera las cuentas una y otra vez, al comenzar el mes, una vez descontados los pagos obligatorios del préstamo vivienda, escolarización de los hijos, deudas contraídas por su marido, al que por cierto sigue queriendo y anhelando, una compra mínima para comer y la casa, se encontraba de nuevo sin nada de dinero.
Tan pobre como antes o más a pesar de estar trabajando. Nadie le ha escatimado o negado ayudas. El problema es que la compatibilización de la vida laboral y familiar en mujeres solas con hijos/as pequeños a su cargo, sin recursos de apoyo familiar –social y que arrastran una vida de pobreza, no se está haciendo bien, Ya que se les descuenta como es el caso relatado, una parte del sueldo ya de por si nada alto, por reducir la jornada para atender a sus peques. Es que atenderlos no es trabajo? Porqué estas mujeres no cobran el sueldo integro que les permita vivir con un poco más de dignidad?
Hay que flexibilizar horarios y conceptos. Cuidar hijos e hijas es trabajo y como tal debe de ser reconocido y pagado. Sino una y otra vez las historias de G se reproducen. La conciliación de la vida laboral y familiar es muy difícil en general para las mujeres, por lo escasas que son las ayudas, loe recursos y los apoyos por parte de los compañeros si los tienen.
Para las mujeres solas con cargas familiares y pobres, que es lo más habitual, es MISIÓN IMPOSIBLE. Son carne de cañón de la pobreza. Pobreza con la que convivimos todos los días. Y digo yo, que si tan presto se está a subir el sueldo en un 15% a los parlamentarios/as en los presupuestos del 2005, ¿No habría una partidica de dinero para solucionar esta realidad relatada?

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