20/2/09

Los vientos

Los vientos vienen revueltos. A su paso traen Gigantescas Olas, árboles, muros y tejados caídos, cortes de luz, incomodidades varias e incluso algunos muertos.
Los vientos huracanados no hay forma humana de pararlos. Solo tomar las medidas preventivas necesarias, que a veces no sirven para evitar toda la catástrofe.
Los vientos de aquí nos ponen en contacto con los seres humanos de allá. Aquellos a los que una y otra vez les toca la ventolada, muchas veces sin aviso previo y sobre todo sin medios para resguardarse.
Mirando desde la ventana obligada por la gripe, escuchando la fuerza del viento, no he parado de acordarme de Sheila y el horror reflejado en sus ojos. Y ella, a pesar de todo, encajaba la malversidad, reclamando por supuesto justicia y que la reconstrucción no la olvidara como a tantos y tantos otros miles.
Pero era capaz de comprender que ante la naturaleza todo no es posible adoptando una actitud, de ponerse a buscar y a trabajar junto a las demás personas para poder rescatar lo imprescindible que le permitiera seguir viviendo.
Es verdad qué las causas de la destrucción de miles y miles de hogares, por fenómenos de la naturaleza, no son asépticas. La riqueza abusiva de unos y la no inversión social que obliga a miles de personas a vivir en casitas como las del cuento de los tres cerditos, es la causante de la mayoría de los destrozos evitables y sobre todo de muchísimas muertes.
Pero de aquí a pretender tener el control total sobre los fenómenos naturales y que en la vida nunca nos pase nada que rompa nuestra dinámica diaria, es un engreimiento humano, occidental. Si el viento llega, hay que prepararse, pero también saber que arrastra a su paso todo lo que puede, vaya como Garzón, cada vez que viene al pais vasco. En este caso, a mi me ha llevado una buena amiga. Y esto, al igual que los vientos, nunca viene bien.

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